Una joven madre de 28 años llegó corriendo a la sede de la Unidad Rural N°2, entre lágrimas y al borde del colapso, con una súplica que heló la sangre de los presentes: su bebé de un año no reaccionaba. El pequeño, con las vías respiratorias obstruidas, estaba inconsciente y sin signos evidentes de vida.
Sin perder un segundo, el cabo Gabriel Muñoz se subió con ellos al auto particular de la mujer y, en el trayecto hacia el Hospital Dr. José Giordano, le practicó maniobras de RCP con total precisión y sangre fría. A la par, como en una película de acción, el agente Alejandro Ayala abría paso en moto, despejando el camino como si su vida también dependiera de ello.
El desenlace fue tan rápido como emocionante: el bebé volvió en sí antes de llegar al hospital, y ya en el nosocomio fue estabilizado por el doctor Alejandro Órdenes y su equipo.
Gracias a la formación, el temple y la humanidad de estos policías, hoy esa madre puede seguir abrazando a su hijo. En tiempos donde muchas veces se critican a las fuerzas de seguridad, vale la pena destacar: el uniforme también puede ser sinónimo de esperanza.